Hombre. Alrededor de los 20. Castaño con barba de varios días.

Hombre. Alrededor de los 20. Castaño con barba de varios días.
Me lo crucé a la nochecita. Yo estaba caminando, estaba alterado, y salí a caminar para calmar el estrés. Me encontré al chico este caminando y cantando por la calle. Parecía feliz, parecía que acababa de lograr algo importante y que eso lo hizo tan feliz. Me molestó que estuviera tan feliz. Desenfunde el cuchillo y me acerqué por detrás, despacito para que no me escuchara. Cuando me encontraba a dos metros y su cantar era insoportable le dije:
¿Qué es lo que te hace tan feliz?
El dio un salto del susto. Me había acercado a él sin que se diera cuenta.
El amor, guacho, el amor. Dijo con una sonrisa de oreja a oreja. El amor es algo divino. Te hace mejor persona, te da ganas de ser más de lo que sos y te saca el egoísmo. Podría morir por la persona que amo.
Qué ironía Le dije mientras le apoyaba una mano en el hombro si no estarías tan enamorado te hubiese dejado en paz.
Termine la oración y le clave el cuchillo en el estómago. El me miró, yo sonreí. ¡Su cara de horror y sorpresa era única! Sonreí con tanta fuerza que creo que mi felicidad por matarlo fue más grande que la que el sentía por el amor. ¡Qué buena muerte!¡Se murió, literalmente, por culpa de su amor! Fue cliché y todo, con una frase incluida. ¿Podría hacerme una frase personal como un "Hasta la vista, baby" para sonar genial? Igual no dejó testigos, así que no tendría sentido, pero sonaría genial...


Y así me volví, ¡feliz por haber matado de vuelta!

Hombres, uno de 20 y otro de 15. Morenos con ojos marrones.

Hombres, uno de 20 y otro de 15. Morenos con ojos marrones.
Ambos estaban alcoholizados, tenían una botella Quilmes en la mano. Siendo las 4 de la tarde no es algo que me parezca normal. Los seguí hasta Fitz Roy y Villarroel donde se tiraron cerca de las vías del tren. Me apoye contra la puerta de una escuela cerrada donde los observe por un rato. En 5 minutos se bajaron la botella y se empezaron a insultar uno al otro. No había nadie viendo así que supe que este era el momento.
Prepare mi cuchillo de caza en una mano y deje la navaja lista en el cinturón.
Mientras caminaba hacia ellos visualice la escena una y otra vez. Cuando estaba enfrente de ellos tenía a uno en el piso con la cabeza apoyada contra la pared y el otro parado, apoyado contra la misma pared. El mayor era el que se encontraba parado, me miró e intento pedirme plata para otra cerveza llamándome amigo.
"Ahora te doy" le dije y vi como se le iluminó la cara de felicidad. Así que lo agarré del hombro y le atravesé la garganta con el cuchillo. Antes de que el menor pudiera reaccionar le tire al mayor encima, saque la navaja y lo degollé.

Le arranque el cuchillo del cuello, limpie la sangre en sus prendas y continúe mi viaje antes de que el tren llegará a la estación. Camine dos cuadras, baje al subte y me tomé la línea B hasta la estación Pueyrredon donde hice combinación con la línea H.
Todavía no perdí este poder.

Una mujer, 22 años. Morocha, ojos verdes.

Una mujer, 22 años. Morocha, ojos verdes.
Venía de una fiesta, estaba vestida con una mini y una remera que le dejaba ver las tetas por los costados. La encontré en la esquina de Salta y Adolfo Alsina. Caminaba borracha, así que me pude acercar a ella desde atrás sin que se diera cuenta. Vacile unos segundos antes de actuar. Le tape la boca y la apuñale desde atrás, le clave el cuchillo entre la tercera y cuarta costilla y la degollé para que no pudiera gritar. La solté antes de que la sangre me manchara y la vi caer al suelo. Mis manos temblaban, no se si era miedo o excitación, pero sentía que mi mundo había cambiado. Acababa de cometer un delito y lo estaba disfrutando, saboreaba el momento.
Me arrodille y la mire a los ojos, estaba hundida en un charco de su propia sangre. Sonreí al ver su mirada en busca de ayuda. Como si yo, su ángel de la muerte, fuera a rescatarla de mi propia obra.
Acabó de descubrir un nuevo poder, el poder de controlar la muerte. Soy su mensajero, yo llevo la muerte en mi persona.

Limpié la sangre del cuchillo en su ropa, me puse la capucha y me fui como si no hubiese pasado nada. Me fui sonriendo. ¡Soy libre! ¡Por fin pude hacerlo, ahora que tengo el poder de matar nadie me va a detener!